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    jueves, 30 de junio de 2016

    Crisis, Galaxias, Torres y Reinos Perdidos: El Canon de la fantasia.



    Usando la definición de Wikipedia, “Canon”, en lo que se refiere a materias religiosas, se describe como “la lista de textos los cuales una comunidad religiosa mantiene como [sagrada] escritura”. La palabra viene del griego, y fue usada por primera vez por la Cristiandad para referirse a sus textos. Definiciones de enciclopedia de lado, significa “Esto es lo que es real”; un proceso de selección usado para determinar qué es o no parte de un todo.

    Como nosotros los fans tomamos tan en serio nuestras aficiones, eventualmente tomamos esa palabra para describir estos mundos imaginarios, y como resultado se han dado décadas de discusiones, algunas veces alcanzando el estatus de “académicas”; otras, más que nada informales, tratando de determinar la respuesta a esa pregunta tan trascendente: ¿Qué es Real?

    Todos estos mundos imaginarios tratan de alcanzar el nivel de “Mitología” (una discusión para otra ocasión, cuya respuesta va más allá de un Sí o No) y las discusiones que tratan sobre su nivel de “Realidad” dice mucho acerca de la relación que tenemos con las obras, con sus autores y la que ellos tienen con las grandes compañías que usan dichas obras como generadores de ganancias. No son como en antaño parte de una tradición oral en la que se reflejan las cuestiones fundamentales de la psyche humana o como explicaciones del mundo natural que observamos; son en parte productos procesados, empaquetados y distribuidos con el fin de crear regalías para sus autores. La Comunidad no es la salvaguarda de Star Trek, es Paramount.

    Sin embargo, hay distintos niveles de interacciones entre las fuerzas creadores y monetarias y como reaccionamos ante ellas. Un universo compartido de superhéroes, como el de DC Comics o Marvel, es casi una Entidad Viviente (per Grant Morrison) que engloba el trabajo de cientos de personas y que aspira a una coherencia que es francamente imposible de alcanzar. Pero ya sea que hablemos de un constructo resultado de una comunidad de autores o del trabajo de un solo autor, parece que no podemos escapar la pregunta inicial: hay siempre una búsqueda incesante de determinar qué es lo cuenta.

    I.               A Strange Visitor From…


    En un comienzo, era simple. Jerry Siegel y Joe Shuster llevaron a la compañía que ahora se llama DC Comics un personaje que había percolado en su mentes por algunos años, el ultimo sobreviviente de Krypton, Superman. A su alrededor, se generó todo un mundo de superhéroes, y algunos de ellos hicieron equipo gracias a la creación de la Justice Society of America.

    La Segunda Guerra Mundial dio pie al primer y más grande boom de los cómics de superhéroes. The Flash, Green Lantern, Atom y muchos otros congraciaron las páginas de las historietas, pero como suele suceder, fueron olvidados antes de que diez años de su creación pasaran. Pero las buenas ideas no mueren, solo hibernan, y a mediados de los cincuentas, muchos de estos héroes renacieron, manteniendo poco más que sus poderes y tomando formas más modernas, más acorde a los tiempos. Green Lantern ya no obtenía poderes de la magia, sino que era parte de un escuadrón de guardianes de la paz intergalácticos. Hal Jordan no era un ingenero de trenes, sino un piloto de pruebas – la fascinación estadounidense con la Carrera al Espacio estaba en su apogeo.

    ¿Qué pasó con esos héroes anteriores? Les fue dado su espacio particular, una segunda “Tierra”, donde podían seguir teniendo sus aventuras. Esta idea, la Moorcockiana explosión Multiversal, probó ser terreno fértil para los autores, y para los 80s, gracias a una camada de autores provenientes de Marvel y exaltados por el éxito de esa compañía, se decidió que las múltiples Tierras era un concepto insostenible que debería de ser erradicado. DC Comics publicó entonces su primer magno Crossover: Crisis on Infinite Earths.

    Las Tierras numeradas dejaron de existir. Sólo existía una nueva Continuidad, con una sóla Tierra, y hubo reinvenciones, o lo que ahora es un término bastante común fuera del medio del cómic, “Reboots”. Las historias, con las que muchos fans habían crecido, habían quedado invalidadas. Personajes con los que habían crecido se convirtieron en “Unpeople”, para tomar un término que el afamado – y prácticamente orate – escritor de cómics Alan Moore usó para referirse a los que fueron erradicados en la Crisis; no murieron, o fueron olvidados, simplemente nunca existireron en primer lugar.

    En otras palabras, una gran parte de las historias habían dejado de “contar”

    Esto no fue, estrictamente hablando, cierto. La destrucción  Multiversal causada por el Antimonitor en la Crisis destruyo retroactivamente las múltiples Tierras, pero fue un evento dentro del Universo DC; es decir, fue experimentado por sus personajes y algunos recordaban la existencia anterior de todos los mundos. DC Comics mantiene una reputación por destruir su universo de manera regular con historias como la mencionada primer Crisis, Zero Hour o Infinite Crisis, pero la verdad es que siente una constante necesidad de reafirmar su universo tanto como destruirlo. La introducción del Hypertime en The Kingdom (idea cortesía de Grant Morrison y Mark Waid) ha sido la elucidación más elegante de la existencia eterna de todas las continuidades, pero DC ha regresado a esa idea una y otra vez en los años posteriores. En los últimos 12 meses lo ha hecho dos veces, primero con Convergence, donde vemos los remantes de las anteriores catástrofes universales, y DC: Rebirth, con los personajes estando consientes de la erradicación de su historia como parte de un vago y posiblemente nefario plan de Doctor Manhattan, de Watchmen.

    Aunque superficialmente podemos pensar que para el universo compartido de DC la respuesta a la pregunta ¿Qué es real? Es “lo que sea que el Editor en Jefe quiere que sea esa mañana”, en realidad, su respuesta es “Todo”. Eso no hace que DC Comics se escape de la crítica, porque erradicar Continuidad es perjudicial para la estabilidad y la conexión emocional de las historias que se publican en un punto determinado en el tiempo, pero podemos decir que dicha respuesta es la más amplia que existe. El Canon de DC abarca todo lo que se ha publicado en sus 80 años de existencia como compañía.

    II.              A Galaxy Far, Far Away…


    Mi primer encuentro con la cuestión de la “Canonicidad” de una historia no fue sobre DC Comics, sino con Star Wars. Para los más cínicos, el relato que salió de la mente de George Lucas no es más que un vehículos para vender juguetes. Eso es bastante poco halagador; también es un vehículo para vender libros, cómics, videojuegos y programas de televisión.

    Cuando empecé a leer sobre lo que comúnmente se llamaba el Universo Expandido, había tres niveles de “Veracidad”: el Canon lo ocupaban las películas y el material basado en ellas como novelizaciones y radionovelas. El segundo nivel era designado material “Oficial”, libros y cómics, principalmente. Las historias más antiguas, como los cómics de Marvel de los 80s, o aquellas que contradecían hechos revelados en el Canon, así como las que eran intencionalmente “imaginarios”, se les designaba “Apócrifas”. Si ser Jedi es una religión, los fans tenían ya la terminología adecuada desde entonces.

    Esto era en los Tiempos Oscuros, antes de las Precuelas (creo que mezclé esa metáfora). Yo sé que es difícil de imaginar en estos días donde es impensable escribir sobre Star Wars y no estar rodeado de un termo de BB-8, una figura de Luke Skywalker y un Darth Vader en escala 1:6 (imagino que así son todos los escritorios) pero hubo un periodo en el que Star Wars se encontraba casi moribundo, mantenido sólo con libros de autores de ciencia ficción de segunda, cómics de Dark Horse, y la promesa de que algún día George Lucas regresaría a contar la historia de cómo Darth Vader obtuvo su problema de asma.

    La segunda gran etapa de Star Wars inició con el lanzamiento de Star Wars: The Phantom Menace en el 1999. Los medios de difusión no cambiaron, sólo el volumen. Hubo más libros, más juguetes, más videojuegos y, en general, más historias que catalogar, indexar y acomodar en el cada vez más creciente universo concerniente a las fantasías medievales en el espacio de Lucas. Para cuando volví a poner atención, no había tres niveles de referencia para medir el valor de las historias, había seis. Cada uno con su designación que sonaba oficial. El nivel superior lo seguía manteniendo lo que venía directamente de Lucas y el cine, el G-Canon, o George Lucas Canon. Las series de TV, las actuales, como Clone Wars, tuvieron su propio nivel, por debajo de aquello de Lucas, pero por encima del C-Canon, donde entraban la mayoría de los libros y cómics de Star Wars que no contradecían nada que estuviera por encima de ellos. Si tenían contradicciones, pero eran historias salvables, recibían el termino S-Canon, o Secondary Canon. Las que no, se relegaban al estatus de Non-Canon, o N-Canon. Incluso le dieron su propio nivel, D-Canon, a Star Wars: Detours, una serie animada que nunca se llegó a hacer.

    Algunas veces un autor ingenioso podía jugar con esas designaciones y remediar contradicciones. Aunque el periodo que inmediatamente precedía a Star Wars: A New Hope era considerado fuera de los límites para los autores en su mayoría, se pensó que era seguro darle un origen a Boba Fett como un mercenario llamado Jaster Mereel. Star Wars: Attack of the Clones mandó esa backstory al N-Canon, hasta que una miniserie de cómics posicionó a Mereel, no como la identidad de Boba Fett, sino como el mentor de Jango Fett y como un nombre que Jango usaba cuando quería ocultar su identidad. Jaster Mereel había vuelto al C-Canon.

    La situación Jaster Mereel/Boba Fett ejemplifica donde el autor principal es también parte de una compañía generadora de historias: en ningún momento George Lucas se sintió en la necesidad de mantener una estricta coherencia con el trabajo de otros autores que han usado sus personajes. Podía, si quería, usar algún nombre (como Coruscant) creado por otros, pero a fin de cuentas, su libertad creativa y su Función-Autor era superior a la de todos los demás.

    Hasta que decidió vender Lucasfilm a Disney.

    Con el anuncio de que tendríamos nuevas películas de Star Wars situadas después de Star Wars: Return of the Jedi, fue obvio que habría una reestructuración en las historias del Universo Expandido situados en ese momento en el tiempo; los tres o cuatro relatos – contradictorios entre ellos – sobre la boda de Han Solo y Leia serian degradados al nivel de N-Canon.

    Lo que no se esperaba era que todas las historias de Universo Expandido tendrían el mismo nivel de validez que las que conformaban el N-Canon, ya sea que contradijeran otras historias o no.

    De tener 3 niveles de autenticad se paso a 6 y acabó en sólo dos: las películas, las series de televisión modernas, los nuevos comics de Marvel y la nueva serie de libros, todas tendrían la misma validez. Todo lo demás, se convirtió en “Leyendas”.

    De un sistema de jerarquía basado en merito (George Lucas, después de todo, es la fuerza demiúrgica que le dio al mundo Star Wars) se pasó a un decreto corporativo que establece una igualdad narrativa para todo lo creado bajo los edictos de dicha corporación y la erradicación de aquello que sobraba.

    Si la filosofía de DC Comics es que todo es parte de la continuidad, la de Disney es lo opuesto: sólo un selecto grupo de historias lo son, prefiriendo la coherencia por sobre la creatividad.

    III.            The Gunslinger Followed…

    Los mundos de DC y de Star Wars son vastos y se componen del trabajo de muchos autores, pero incluso el problema de Canonicidad se puede presentar en aquellos que son comparativamente mucho más pequeños, si no en alcance, sí en colaboración. El siguiente ejemplo es el mundo de The Dark Tower, de Stephen King.

    Aunque estoy seguro que todos saben quién es Stephen King, tal vez no estén familiarizados con The Dark Tower. La historia trata sobre Roland Deschain, el ultimo de un antiguo linaje de Pistoleros, guardianes de la paz y la justicia en el mundo de Mid-World, y su búsqueda y viaje hacia la enigmantica Torre Oscura, que es el centro de todas las realidades que existen, realidades que incluyen prácticamente todos los otros libros de Stephen King. Como historia, es muy ambiciosa, es un Romance (en el sentido literario) y un Western con elementos de fantasía y ciencia ficción; es a la vez un trabajo muy amplio y muy personal para King.

    Nombrar a The Dark Tower como ejemplo pareciera fuera de lugar, de no ser porque hace algunos años se le pregunto al entonces editor en jefe y ahora Jefe Creativo de Marvel Comics Joe Quesada que si había un escritor con el que le encantaría trabajar y este respondió con “Stephen King”. Este sincero derroche de admiración le llegó a oídos de King, y pronto se llegó a un acuerdo para producir una serie de cómics basados en The Dark Tower, una serie que inicio en el 2007 y hasta la fecha continua siendo publicado.

    Con King como Director Creativo, el trabajo de escribir los cómics fue para Robin Furth, asistente de King en todo lo que concierne a las aventuras de Roland, y Peter David, un escritor de cómics que deberían de conocer porque es bastante bueno.

    La mayoría de los arcos de The Dark Tower de Marvel son adaptaciones directas de los libros de King, pero Furth en ocasiones ha usado la serie para rellenar ciertos huecos dejados por el autor. Los lectores de los libros conocemos poco del pasado del Pistolero, con la excepción de uno o dos eventos importantes, pero muchos otros son descritos de forma vaga por King. Además de completar la narrativa de Roland, Furth expandió enormemente la mitología de Mid-World, y de las creaturas fantásticas que lo habitan, elementos que King o no tuvo el interés de describir en sus novelas o que no le parecieron de particular importancia para la historia que quería contar.

    Aunque ostensiblemente King había terminado de contar su Magnus Opus en el 2003, en el 2012 regresó una vez más a Mid World con The Dark Tower: The Wind Through the Keyhole, una novela situada entre la cuarta y quinta novela de la serie original y, ejecutando su poder como el Autor,  King contradijo gran parte de las historias que Furth y David habían creado para rellenar los huecos en la vida del Pistolero – irónicamente dedicando el libro a ellos.

    Imagino que para los fans de The Dark Tower es aún más sencillo tomar la versión de King como el Absoluto que para los de Star Wars hacer lo mismo con George Lucas. O incluso tomando el argot de la serie se pueden reconciliar (“ocurrió en otro nivel de la Torre”) las versiones. Pero es muestra que aun cuando hablamos, no de cientos de autores, sino de tan sólo tres – y dos con un claro respeto y deferencia a la palabra del otro – existe un choque de fuerzas para determinar la “Realidad”.

    Existe incluso cuando hablamos de sólo un autor.

    IV.            There And Back Again…


    De todos los debates sobre Canonicidad que he visto, el más feroz y que, irónicamente, resalta la futilidad de su búsqueda es el respecto al Legendarium de J.R.R. Tolkien.

    (Oh, vamos, no puede ser sorpresa, saben que eventualmente puedo reducir cualquier tema a Batman o a Tolkien, y no he mencionado a Batman)

    Todos los ejemplos anteriores tienen algo en común: la Autoridad. La Canonicidad de sus historias era siempre en respecto a la posición de sus Autoridades más altas. En el caso del Universo DC, es, bueno, DC Comics. Para Star Wars, la Autoridad era primero George Lucas, y luego, Disney. En The Dark Tower, Sai King es la única voz que cuenta, say true. Ellos son los que determinan el Canon.

    En el Legendarium de Middle-Earth, la cuestión es todavía más obvia. Tolkien no sólo es la más alta autoridad en lo que respecta a Middle-Earth, él es la UNICA autoridad. Pero si confiamos en su autoridad para designar qué es lo que cuenta o no en el Legendarium, entonces nos estaríamos perdiendo de gran parte de la riqueza de su trabajo e imaginación.

    Repasando: el primer libro de Tolkien de Middle-Earth fue The Hobbit, que se publicó en 1937. 17 años después, en 1954, salió el primer volumen de The Lord of the Rings. Pero la creación de Ea, todo lo que “Es”, inició décadas antes, en 1914, cuando a los 22 años Tolkien compuso un corto poema de pocas estrofas sobre el misterioso origen de “Éarendel”, la estrella de la noche. Desde ese momento hasta su muerte a los 81 años en 1973, Tolkien nunca dejó de escribir acerca de los reinos de los Elfos, los Hombres y los Enanos; de los Valar y los Maiar, y de todas las creaturas que habitaban su mundo. The Hobbit y The Lord of the Rings fueron las únicas dos historias que el profesor consideró apropiadas y terminadas para su publicación.

    Volviendo a la cuestión sobre la autoridad, entonces para Tolkien, lo único que deberíamos de considerar son los trabajos que sí terminó. Por más bellas que sean, The Hobbit y The Lord of the Rings son sólo dos de las múltiples historias de los miles de años de historia de Arda que Tolkien concibió en su imaginación.

    Lo que nos lleva a The Silmarillion. Este libro fue editado por Chistopher Tolkien, hijo del profesor y albacea de su propiedad intelectual. El trabajo de Tolkien hijo fue monumental, tartando de encontrar un orden entre el caos de los escritos sin terminar del profesor con el único propósito de que no se perdiera todo ese precioso acervo literario que nunca fue terminado. Gracias a él conocimos los majestuosos e imponentes reinos de los Elfos de la primera era y nos familiarizamos con héroes tan gallardos y valientes como los que ya conocíamos en The Lord of the Rings.

    Preservar y respetar el legado de su padre siempre fueron las consideraciones principales para Christopher; nunca se sintió con la libertad de reescribir a Tolkien, sino tan sólo de acomodar sus relatos acorde a lo que siente fueron sus intenciones finales. The Silmarillion representa una parte de las últimas versiones de los eventos e historias, aun cuando estas versiones sean muy breves y resumidas porque Tolkien nunca llegó a reescribirlas completamente después de sus concepciones originales. Tolkien hijo pensaba que, por ejemplo, su rol como editor no abarcaba el usar la versión original – y bastante completa – de la Caída de Gondolin escrita en 1917, por lo que prefirió usar la versión resumida de uno de los escritos posteriores del profesor.

    Si nos ceñimos a que el único “Canon” de Middle-Earth está compuesto por las dos historias publicadas oficialmente y al trabajo de edición de Christopher Tolkien, entonces nos estaríamos perdiendo de la descripción de las 12 Casa de los Gondothlim, o de la última batalla del Rey Turgon en la Plaza del Rey.

    La Caída de Gondolin es la punta del iceberg. Otro ejemplo es Galadriel. Los que han leído The Silmarillion, recordaran que la obsesión de Fëanor por recuperar las Silmarils lo lleva a cometer la Matanza de su propia gente en los muelles de Alqualondë. Galadriel estuvo presente, y según se relata en The Silmarillion, y aunque tenía el mismo objetivo que Fëanor, no participó en la matanza. Esto siempre me pareció erróneo, una opinión que compartió el profesor ya que en el último escrito que hizo sobre el tema, conceptualiza a Galadriel no como un agente pasivo frente a la masacre, sino actuando activamente en contra de Fëanor, algo mucho más digno y adecuado para un personaje heroico y valeroso como Galadriel. Tolkien hijo no pudo insertar este cambio – a pesar de que era la última intención de su padre - por sus limitaciones autoimpuestas; Tolkien lo había escrito no como parte de la Quenta Silmarillion, sino dentro de un ensayo lingüístico sobre el lenguaje de los Elfos.

    Perder todo eso me parece inaceptable.

    Pero incluso si tomáramos la Última Voluntad de Tolkien como autor nos encontraríamos con problemas. Es también un hecho que la última versión de la Cosmogonía de Arda presentaba un planeta que era redondo, y que siempre lo había sido.

    Lo que nos lleva a contestar la pregunta inicial de “Que es lo que cuenta” con algo tan simple, tan sencillo y tan obvio que es extraño por qué hay tanto debate sobre ello: Cuenta lo que nosotros queramos que cuente.

    En mi concepción del relato, puedo fácilmente unir The Fall of Gondolin que Tolkien escribió siendo un joven de 25 años con la versión que inició siendo un septuagenario y nunca terminó décadas después de la llegada de Tuor a la ciudad. Entre esas dos, puedo tener una visión muy clara y completa de los últimos días el mítico reino escondido de uno de los Altos Reyes de los Noldor. En mi versión, Galadriel peleó contra Fëanor porque claro que sí lo hizo, y el rey Felagund una vez tuvo una apasionada discusión teológica con una anciana humana. Con todo respeto al profesor, mí Arda inició siendo plana y se volvió redonda gracias a la codicia y el hubris de los humanos – es una mejor historia así.

    Creo que una vez realizadas, estas historias dejan de ser propiedad de sus autores y de sus compañías y nos pertenecen, porque somos nosotros los que les damos vida fuera del entorno solipsístico de sus creadores.

    (Estoy siendo metafórico. Por favor, no hagan una película de Star Wars. No quiero que Lucaslfilm los deje sin sangre)

    Mi historia de Superman inicia con Superman: Birthright de Mark Waid, y termina con Superman viviendo feliz por toda la eternidad en el siglo 853 como vimos en DC: One Million de Grant Morrison.

    El que Disney haya decretado que todo lo que conocíamos fuera de las películas son “leyendas” no hace nada para que olvide a Quinlan Vos, ese Jedi Gris que escribió John Ostrander durante decenas de números de Star Wars: Republic. Su camino siempre al filo de la delgada línea que separa a un Jedi del lado de la Luz y el lado Oscuro es tan fascinante y valido como la caída de Anakin Skywalker. En palabras de John Jackson Miller, uno de los escritores de Star Wars, “Lo que ocurre con las leyendas es que algunas son ciertas”.

    Me gusta lo que ha contribuido Robin Furth y Peter David a lo escrito por Stephen King. Me gusta que el Hombre de Negro tenga una extraña relación incestuosa con una bola de cristal, y me gusta que Maerlyn sea uno de las creaturas que dejó el Caos cuando retrocedió y que eventualmente se hizo no tan malo; puedo incluso reconciliar ambas versiones sin invocar a la rueda del Ka.

    Volviendo al inicio, DC Comics y sus eternas Crises, la mejor y más sucinta enunciación sobre el tema fue la que dio Alan Moore cuando se le pidió terminar la historia de Superman. Su relato, “Whatever Happened to the Man of Tomorrow”, lo describe como una historia imaginaria.

    ¿Acaso no lo son todas?

    30 años después, al escritor que sucedió a Moore en Superman le sigue pareciendo como una afrenta personal. Para John Byrne, lo que hizo Moore fue decir que todas las historias son falsas, que es lo contrario de lo que significa su aforismo; no es que todas las historias son falsas, sino que todas son iguales.

    Todas son imaginaras. Todas son reales. Son reales porque nosotros las hacemos reales.

    Incluso, algunos dirían que son más reales que nosotros.


    --Héctor  

    (Mención especial en el podcast para el que nos diga qué es la primera imagen)
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