All we did is survive.
Muy de vez en cuando, se nos da una de esas raras gemas, inseparables del medio en el que fueron creadas. No significa que no se puedan transladar, sino que se pierde una gran parte de lo que las hace únicas. No importa el dinero que se invierta, jamás se podría llevar a la pantalla la majestuosidad de The Silmarillion de J.R.R. Tolkien, cuya grandeza radica en la belleza del lenguaje inglés y el dominio que Tolkien tenia de él; e incluso si se le asignara alguien que no sea un pobre remedo de director, cualquier adaptación de Watchmen sería un pálido reflejo de la maestria y el control de la forma que tuvieron Alan Moore y Dave Gibbons al momento de realizar esa seminal obra. The Silmarillion es un libro, Watchmen es un cómic. Son clásicos por cómo utilizan el poder de su medio. En cualquier otro, se verían disminuidos.
Dunkirk es esa clase de obra.
1. Tiempo
Christopher Nolan tuvo la inspiración para Dunkirk cuando navegó al lado de su esposa, la productora de todas sus películas, Emma Thomas, por el Canal Ingles, el cuerpo marino que divide Gran Bretaña de Francia. Para poder llevar a cabo su idea, Nolan pospuso la realización del filme hasta que tuviera suficiente control y experiencia al realizar producciones de alto presupuesto. Por otra parte, la narrativa que quería emplear, su edición no-lineal, es algo para lo que ya había demostrado tener una aptitud natural en la primera película que hizo, Following, hace 20 años. En esa obra temprana podemos ver la eficacia para ejecutar y la facilidad que tenía para manejar 3 líneas de tiempo distintas mientras que al mismo tiempo guiaba a la audiencia en lo que sería una estructura confusa en manos de cineastas menores.
20 años después, y ahora Nolan tiene mucho, mucho más dinero que esos 6,000 dólares para realizar su visión; y como Cobb – el de Inception, no el de Following, aunque él también era bueno para crear ilusiones – tiene ahora a un escuadrón de talentosos individuos que se han ganado su confianza a lo largo de múltiples producciones. El fotógrafo Hoyte Van Hoytema se ganó la confianza de Nolan al capturar escenarios en Interstellar que aún no podemos observar sin ayuda de la magia del cine, y como ha sido desde que Nolan entró a la baticueva en el 2005, la música corre a cargo del tecnópata con alma de artista, Hans Zimmer. En esa misma (e infravalorada) cinta, fue que Nolan inició la colaboración con su editor actual, Lee Smith.
Hoytema, Zimmer y Smith, bajo el firme mando de Christopher Nolan, son los que nos llevan a navegar las peligrosas aguas de las playas de Dunkerque.
El manejo del tiempo en el lenguaje cinematográfico ha sido un sello característico de Nolan, y anteriormente había logrado su pináculo en Inception – donde sus acostumbrados trípticos se tenían que alinear a la perfección – y en Interstellar – donde el tiempo pentadimensional le da el clímax a la cinta – pero en Dunkirk es a la vez más sencillo y más ambicioso; no es en esta ocasión un acertijo donde le da a la audiencia las piezas poco a poco antes de enseñarle la imagen general (como en Following o Memento) sino que desde el inicio te la muestra. Es más ambicioso, porque así es toda la cinta, y aunque es una de las más cortas de su carrera, tiene que mantener la precisión en la línea temporal para evitar que la audiencia se pierda mientras que al mismo tiempo tiene que transmitir las emociones necesarias que cargan con el peso de la cinta.
Las tres locaciones, el Muelle, el Mar y el Cielo (o cielo, mar y tierra, los tres lugares donde se pelea una guerra moderna) ocupan cada uno un espacio temporal distinto – una semana, un día y una hora – que sirven para reflejar la duración de la guerra para cada uno de los involucrados. Para el audaz piloto de la Fuerza Aérea Real interpretado por Tom Hardy, el sitio de Dunkerque duró una hora; para Tommy, Gibson y Alex, duró una semana. Sabemos, desde el principio, que estas tres líneas de tiempo se tienen que entrelazar. Sabemos que el navío civil “Moonstone” inevitablemente va a rescatar a Tommy y compañía, y que la RAF los va a apoyar, y eso, de hecho, sucede cuando uno lo espera, pero esta convergencia es temporal, y un falso clímax. Después de esta convergencia, una línea de tiempo se divide, y cada mitad se une a una de las otras dos antes de volverse a separar para finalizar en el espacio temporal establecido desde un inicio. El que todo esto ocurra de una manera entendible casi instintivamente para la audiencia es testamento de la agudeza narrativa y el dominio del lenguaje cinematográfico del cineasta. El cine es único entre los medios narrativos ya que cedemos el control total del pasaje temporal a un director, y Christopher Nolan quiere que no quede ninguna duda de que es el maestro de todo lo que observa.
Vean con detenimiento el enfrentamiento de ese Messerschmitt Me 109 perdido con el bote y en el muelle la próxima vez que vean Dunkirk para que se maravillen lo que es un autor con el dominio total de la forma. Y espero que haya una próxima vez, porque aunque sin duda Dunkirk es una película para ver una y otra vez, no creo que vaya a haber muchas oportunidades de verla en la pantalla grande.
2. Espacio
Dunkirk es una película atípica, no solo en presentación sino también en contenido. Es, después de todo, una película sobre la Segunda Guerra Mundial en la que los héroes no son los norteamericanos, porque 60 años de Hollywood han sido suficientes para que prácticamente se apoderen del conflicto como si fueran un Deus Ex Machina que salva a todos al final. Pero no se limita a eso, sino a los protagonistas. Por lo general, una película de guerra se centra en el conflicto de un puñado de soldados excepcionales, ya sea en su bondad y arrojo, o en su cobardía y maldad. Los soldados de Dunkirk son, casi por regla, discretos; casi indistintos. Tuve que googlear los nombres de la mayoría de ellos porque en la cinta no los dicen o los mencionan si acaso una vez.
¿Es esto una señal de que las caracterizaciones son “substandard” como decía una cita de una reseña de esas específicamente diseñadas para ser mostradas en Rotten Tomatoes? En términos tradicionales, solo Mark Rylance acaba con lo que podría decirse es una caracterización, ya que al menos sabemos que lo que motiva sus acciones es la muerte de su hijo mayor al inicio de la guerra. De los demás no sabemos nada. ¿Quién era “Gibson”? ¿Ferrier? Los personajes son pizarras en blanco, y eso es precisamente lo que hace que nos identifiquemos con ellos, no por sus historias sino por sus acciones, humanas y reconocibles. Los personajes no son excepcionales, aunque en ocasiones si despliegan acciones de singular valor y heroísmo, ya que la intención de la película no es mostrar individuos, sino un Gestalt de toda la gama de emociones y acciones que ocurren dentro de una guerra. “Gibson” no estaba siendo particularmente cobarde cuando le roba su uniforme a un soldado británico para poder escapar las playas de Dunkerque, pero sí fue un verdadero héroe cuando tapa los agujeros del barco tan solo unos segundos más para permitir que escapen aquellos que hacía unos momentos lo querían enviar a su muerte. ¿De dónde venía Farrier? Quién sabe. Pero sabemos que sacrificó un cómodo regreso a casa no menos de tres veces todo para salvar un puñado de vidas y mostrarles a los soldados que sí, la RAF estaba ahí con ellos. ¿Qué mejor manera de mostrar el carácter de Peter, el hijo del señor Dawson, que cuando compasivamente le oculta la muerte de George al soldado que lo mató, como Alfred hizo con la carta de Rachel al final de The Dark Knight? Eso no es caracterización deficiente, eso es revelar personaje mediante acciones, una característica recurrente en una película que es casi enteramente narrada sin diálogos y los pequeños esbozos de exposición son usados para mostrar el contexto de la situación en las playas de Dunkerque.
Esto es importante, ya que, sin este elemento, toda la proeza técnica de Dunkirk sería un elemento hueco y sin significado de no ser porque lo más maravilloso que tiene es como refleja toda la gama del comportamiento en tiempos de guerra. Todos son capaces de heroísmo y de cobardía, la mayoría, solo intenta sobrevivir y volver a casa, ese esotérico elemento tan presente en la cinta, apenas a unas millas de distancia, pero casi otro mundo.
La humanidad, postula la cinta, es lo que nos hace robarle la victoria de las garras de la derrota.
3. Realidad
Pero hablemos un poco más de esa proeza técnica.
Nolan filmó Dunkirk casi en su totalidad en IMAX 70mm. Eso es, verdadero celuloide de 70mm, digital es para los débiles que no tienen a un Hoytema en quien confiar. Como las leyes de la física es algo que Nolan no puede desafiar (aún), y una cámara IMAX no cabe en todas partes, hay ciertas escenas que se rodaron en 70mm regular - tan regular como puede ser un formato reservado para cineastas de renombre como él o Quentin Tarantino. Esto no es mera idiosincrasia, o un apego malsano a medios del pasado; la intención explicita de Nolan fue la de crear un “3D sin lentes” (no confundir con lo que sea que este tramando James Cameron para sus 17 secuelas de Avatar) que realmente pueda sumergir a la audiencia en, bueno, en botes sumergidos en el agua. Un cuadro de película IMAX tiene una relación de aspecto mucho más alta que la que se acostumbra usar, por lo que vemos las playas hermosamente fotografiadas por Hoytema en todo su esplendor, y el ballet aéreo de las peleas de los Spitfires es alucinante. Pero argumentaría que el componente aural es tanto, o incluso más, importante que el visual.
Mientras que las mezclas de sonido de las películas de Nolan son criticadas con regularidad por la dificultad de entender los diálogos, en una película casi ausente de ellos, es el momento adecuado para que se utilice el sonido en todo su esplendor. El constante tick-tock (un elemento que encontramos, de nuevo, desde Following en el catálogo del director) de la banda sonora, las estruendosas explosiones de las bombas y los chirridos espeluznantes de los aviones caza, complementados por el magistral score de Zimmer que parece estar en constante crescendo eterno (“Shepard Tone”, googléenlo), sirven para situar a la audiencia justo en medio de la acción.
La pregunta más importante: ¿deben de verla en IMAX? Para Christopher Nolan, la manera de ver Dunkirk es en IMAX 70mm, lo cual representa un problema en nuestro país porque, a menos de logren convencer a su Museo del Niño o a su Planetario Alfa local, no hay pantallas de exhibición de cintas comerciales de IMAX 70mm en México, aunque si viven en una de las grandes ciudades del país el IMAX digital de su Cinepolis de la localidad es un facsímil razonable.
Sin el amplio cuadro de una pantalla IMAX, se está perdiendo aproximadamente un cuarto de la fotografía, además de la resolución incrementada que proporciona el formato, además de que el cambio de aspecto entre IMAX 70mm y 70mm hace que las escenas dentro del “Moonstone” tengan un ligero efecto claustrofóbico. Por otra parte, recalco, el sonido es muy importante, por lo que más que encontrar la pantalla para verla, diría que es más importante encontrar la sala con mejor sonido.
A fin de cuentas, considero esa pregunta hasta cierto punto irrelevante. Si se está en posición de verla en IMAX, adelante, si no, Dunkirk sigue siendo una experiencia única; una compleja danza en la que todos los elementos se complementan para llevar a cabo lo que es una de las mejores muestras de lo que el cine nos puede brindar.
Se podría considerar que las anteriores cintas de Nolan fueron un ensayo para realizar Dunkirk, donde vemos manifestadas todas las obsesiones e intereses del director. Su manejo de la no linearidad de Following; del espacio temporal de Inception e Interstellar; de la Memoria (qué es Dunkirk, si no la memoria colectiva de Gran Bretaña) de Memento y Batman Begins e incluso de la Identidad como en The Dark Knight, mientras recrea batallas con toda la espectacular teatralidad de The Dark Knight Rises. Presentados de impecable manera como mago de The Prestige.
Sin artífices ni muletillas, la visceralidad cinematográfica a manos de lo que es un realizador en el pináculo de su carrera. Sin duda vendrán muchos premios en los próximos meses. Eso era fácil de predecir.
Pero que fuera mejor que Batman. Eso sí no lo vi venir.
--Héctor